viernes, marzo 11, 2005

La Espina de la Rosa

A casi 3000 Km de casa, la luz del sol de marzo, atenuada en aquella latitud, me arrancó de los brazos de morfeo. Me preparé para levar anclas cuando mi único lazo de unión con mi patria comenzó a sonar, demasiado temprano para lo habitual, pero claro, ese día nada iba a ser normal. Un mensaje en clave, casi inintelegible, de esos que no se olvidan, me terminó de despertar: “No te preocupes, no he estado allí... Estoy bien, voy a localizar a los demás...”

La enigmática clave me puso en jaque, no sabía porqué pero las comunicaciones fallaban y no podía localizar a nadie que me tradujera esas palabras, ni siquiera a la fuente del mensaje...El viento aquel día parecía conspirar para impedirme cualquier movimiento y me costó más de lo normal salir hacia mi destino. A un violento golpe de aire el segundo mensaje me hizo sentir pánico: “Muchacho, esto es terrible... Todo está bloqueado, la radio dice que han explotado tres trenes, no puedo hablar con nadie... Me alegro que no estés aquí...”

Paré en el primer lugar donde una cabina me permitió hablar, a penas dos minutos, con mis seres queridos. Ellos sabían tan poco como yo y solo me consolaba saber que los remitentes de esos mensajes estaban bien. Al llegar a Biskupin, mi empresa me desveló la terrible realidad. Allí tenía compatriotas y yo les tuve que dar las malas noticias, aunque no sabía el grado que alcanzaría. El día de trabajo se pasó del inútil teléfono al ordenador, noticias, imágenes y artículos... Reconozco que al final de la tarde estaba asustado, muy asustado, yo era quien vivía más cerca del trágico lugar, era yo quien conocía a más posibles víctimas aunque gracias a dios los había localizado a todos.

Los españolitos nos reunimos y entre todos supusimos la realidad, perecía mentira, algo irreal y más tan lejos... No fue hasta la noche que pude llorar, todo mi miedo, retenido para ser el fuerte del grupo, tenía que salir por algún lado y nunca le agradeceré suficiente a mis amig@s su apoyo aquella noche. Vivir ese momento allí me dio una visión distinta de todo, un poco ajena pero también dolorosa. Los días siguientes fueron de explicaciones continuas y tensión, cundió el miedo fuera de nuestras fronteras e incluso tan lejos las autoridades tomaron medidas, pero aunque suene mal había que seguir luchando. El sabor amargo tardó en desaparecer, fue la espina de la rosa...

Lazo!

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