Corría el año del Señor de 1534, solo cuatro décadas después del descubrimiento de las indias orientales por ese genovés, un tal colón, que junto a su hijo solo entorpecía que los hijos de Castilla ganaran gloria para la Corona. No había Hidalgo de las Españas que no soñara con ser Virrey y por fortuna que los más aguerridos lo lograron. Las voluntades de hombres de baja estofa veían las fortunas prósperas con que los Cortés y Pizarro volvieron de sus conquistas, una tarea media, fácil de facer. Oro y plata saltaba “el mar Terrible” y hasta no había tribu caribe que no temiera los altramuces por horribles lenguas de fuego…
Las palabras volaban y era harto sabido la ganancia de tomar tierras en nombre de nuestro Rey Carlos, el quinto de su nombre, y las expediciones se pregonaban para atraer manos y armaduras que sometieran esas almas del mundo nuevo. Los sueños de pepitas doradas y ríos de plata iban de boca en boca y no había tortura pequeña para facer hablar a los indios de sus secretos. El que fuere encontrado por Hidalgos buscadores de grandeza podía darse por perdido. Eran violentos como los Motilones del sur que se mataban entre ellos y se facían las cabezas afeitar, y tanto era el odio de semejantes que de esta guisa cayó un Chitarero, uno de esos Musos del interior de las selvas, entre los primeros, y entregado a los españoles de de la costa quienes quisieron verle de decir para tener de donde imaginar riquezas y no les costó porque padecía de peores fiebres que del mal de Nápoles.
Los momentos que despertaba tanto temía las feroces formas de las barbas y brillantes armaduras que dijo todo lo que sabía y fabló grandes cosas, de un Zipa, uno de sus señores que de oro se vestía y regalaba las cargas de oro que tenía a su diosa infeliz de las aguas de un lago, para aplacar su ira y salvar su pueblo. Decía de una balsa de oro también, con indios otros cuatro principales con él y en derredor de las aguas llenos de plumas y oro de orejas a pies, los de su pueblo con gran gritá en honor de la ofrenda. De estas dijo que lanzaba grandes placas de oro en medio de ese lago, que tomaba esmeraldas y las tiraba al hogar de esa diosa, que tan grandes piezas de oro que los ojos de los que escuchaban nos se abrían más por falta de espacio que no por las ganas.
Tanto fue lo que fabló este indio que todo se tomó por verdad y solo se acusó de morir antes de decir donde andaba ese caudillo, porque no se sabía de cómo hallarlo pero las bocas llegaban a los oídos y atenciones y mercedes quedaron en los conquistadores que ya solo planeaban de cómo sería tal tesoro. Tales sueños que expedición tras expedición salieron por la empresa sin ruina y arrasaron las provincias del nuevo mundo en pos del Zipa de oro, ese que llamaban “El Dorado”…
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Al escuchar esta historia
Sebastián de Benalcázar, dicen que exclamó: "¡
Vamos a buscar este indio dorado!". Según los cronistas, fue así como comenzó la Grandísima leyenda de “El Dorado”, esa que trajo de fantasía en fantasía a todo conquistador que pisaba el nuevo mundo, de forma que solo se pensaba en las riquezas que daría tener sometido ese pueblo tan rico. Los españoles
enloquecieron con esas palabras y no dejaron ni un metro sin recorrer entre las selvas ecuatorianas. La verdad quiso que todas esas “
empresas sin ruina” acabaran sin encontrar sus verdaderos sueños pero que no por eso fueron baldías pues se obtuvieron muchos beneficios. Aunque no fueron mucho más famosos los que trabajaron por encontrar este cacique si que dieron resultados cuantiosos, pues gracias a ese mito se internaron en tierras interiores del continente descubriendo solo tres años después la fantástica
mina del Potosí, una montaña de betas de plata de una pureza y sencillez de extracción que en solo un año hizo caer el precio de la plata casi un cuarto.
Como se decía en el siglo XVI:
Que lo cortés y lo valiente no quitaban lo práctico. En realidad estas palabras no están tan desencaminadas de la realidad y en verdad ese indio debió presenciar la ceremonia pues los detalles se aproximan punto por punto a la realidad. El mito que creo “
El Dorado”, ese caudillo indio existió en verdad, peor no fue hasta varios siglos después del paso de conquistadores que se descubrió la verdad, tan cruda que parece una broma del destino pues los que la buscaban pasaron por encima sin percatarse de la riqueza que dejaban a tras. El “
Zipa”, el cacique guatavita, era el gobernante mayor de un pueblo de etnia
Chidcha, los
Muisca, que regalaban oro y joyas, sobre todo esmeraldas, a su diosa del lago, una pequeña laguna juto a la aldea de
Guatavita, situada en el área de
Cundinamarca, uno de los departamentos centrales de la actual
Colombia, apenas a unos 80 Km al norte de Santa fé de Bogotá.

La laguna de
Guatavita ofreció la mayor sorpresa de los
descubrimientos indios. En este lago natural en verdad bien descrito, pues era completamente circular se encontraron grandes piezas de oro y en particular decoraciones en forma de
Balsa, tan reales que solo debían ser copias de la original, y que nos habla de la riqueza que se depositaba ante esta divinidad, que tiene un origen más terrenal del imaginado. Cuenta la leyenda que existía un
Zipa que dominaba varios
pueblos Chibcha y que se tenía por un gran cacique, que solo atendía la guerra y no atendía a su esposa como debía por lo que ella buscó consuelo en un
guapo guerrero. Dio la mala fortuna que fueron descubiertos en la práctica de sus correrías y el rey no pudiendo matarla por estar en estado de buena esperanza hizo cantar por despecho las maldades de su infiel esposa. Eran tantas las
burlas que el propio cacique imponía delante de ella que al nacer su hija huyó y se lanzó al lago donde ambas
perecieron ahogadas.
Tanto fue el
cargo de conciencia que sufrió el cacique por sus malas acciones que consultó con sus
chamanes quienes le convencieron que ambas no habían muerto, si no que huyeron a un palacio subterráneo de es lago, en donde esperaban para no volver. El pueblo creyó las palabras y el cacique se
propuso regalarle para que volvieran a su lado, de esa forma comenzó la costumbre de tomar una barca de juncos y en el mismo centro del lago lanzar a la espalda riquezas y joyas para esa reina. Con el tiempo
el rito se convirtió en ofrenda y esa signo de poder que un nuevo cacique tomara ofrendas doradas para lanzarlas a esa diosa.

El pueblo entero de congregaba en torno al
lago circular de Guatavita, se llevaban las mejores galas y el cacique se desnudaba para que fuera rociado con tintura de trementina a la que añadían
polvo de oro de forma que se formaba una capa dorada sobre la
piel del Zipa. Él y otros de sus principales dorados todos por igual se hacían llevar al centro del lago sobre una balsa de dorados juncos gracias a dos cuerdas tendidas entre ambas orillas y que marcaban el lugar exacto. Allí se disponía a arrodillarse y orar en honor de la diosa a la que de espaldas lanzaban
grande piezas de oro y esmeraldas a puñados, figuras divinas, placas de oro labradas…
Sueños que unieron las mentes de Castilla sobre las tierras colombianas hasta el punto que
solo 4 años después, en
1538 se llegaron a cruzar tres expediciones casi en el lugar que buscaban, muy cerca de Guatavita y siguieron camino pues no localizaban al tal
Zipa, cosa que solo se debía a la
luchas internas de las tribus Muiscas que no daban tiempo a realizar la ofrenda, eso fue lo único que impidió que el tan ansiado Dorado fuera encontrado.
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Y en realidad los tesoros si merecían la bñusqueda, hoy en día se conservan todas estas piezas (al menos las más famosas) en el
Museo del Oro de Colombia en Bogotá, una espléndida colección de donde resalta la figura que nos deja entrever como debía ser en realidad esa
Balsa Muisca, tan dorada como la figurita que lo representa. Uno de los símbolos de la
fascinación que se puede ejercer sobre la mente humana, todo una
maravilla. Yo, sinceramente, me quedé con ganas de visitar esa laguna, otro de los lugares místicos que está en mi lista de viajes obligados…
~ Enlaces:La laguna de Guatavita y el doradoBalsa Muisca, Símbolo del DoradoMuseo del Oro en ColombiaEl Legado Muisca en el MuseoGuatavita en WikipediaLas tres Expediciones del DoradoHistoria de la Leyenda de el DoradoLa Leyenda del DoradoEl Juego de Guatavita~ PD: Preciosa figura,
inspiración de muchos sueños…